Le pregunté como se llamaba. Nada. Le pregunté si sabía dónde podía comer algo. Niente. Visto que no ofrecía respuesta alguna osé preguntarle cuál era el sentido de la vida. El viejo miró para otro lado. Ahí nomás recordé a aquel jugador brasileño que tantos dolores de cabeza nos causó y tan bien trataba a la pelota. Qué será del viejo Savio?
Esto es excelente. Felicitaciones.
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