domingo, 17 de abril de 2011

Historia 5: Delivery de amor propio

Por estos últimos días cálidos del fin de la estación de los helados y las mariposas , salir a pasear por el barrio es siempre una opción; más aún cuando tomamos conciencia de que pasará mucho tiempo hasta que las mujeres vuelvan a relucir sus hombros y tobillos. Fue en una de estas caminatas matutinas en las que vi una escena para guardar.

Un muchacho de uniforme rojo y azul contratado por un hipermercado llevaba en un carrito una numerosa cantidad de compras. De repente, frenó vehementemente con su pie derecho, como si se hubiera olvidado de algo imprescindible; y con un movimiento un tanto nervioso metió su mano en una de las bolsas que transportaba. Una vez que su mano estaba en la bolsa, levantó la mirada muy sutilmente haciendo un paneo de 360° para sacar a continuación un alfajor de tamaño considerable. Lo abrió también lentamente y lo degustó con los ojos cerrados como si fuera un verdadero Gourmet del Bagley Blanco y Negro.

No era éste momento de pensar en las represalias que traerían como consecuencia este mero acto hedonista. Sabía bien que Doña Susana llamaría indignada porque su caja de 24 alfajores tenía 23 en vez, y que seguramente lo citarían a la oficina del gerente de piso -que había hecho una capacitación para despedir empleados- y le diría que un supermercado de renombre no podía permitir dicho comportamiento. No era éste momento de pensar en su madre que necesitaba que él trabaje para poder comprarle los útiles a su hermanita, ni de pensar en la guitarra para la que estaba ahorrando desde hacía 2 años. Era momento de mancharse la boca de chocolate y hacerle la señal del dedo cordial al mundo entero que lo atormentaba desde prematura edad con responsabilidades que no le correspondían.

2 comentarios: