domingo, 17 de julio de 2011

Historia 12: Tea Connection

Mi nueva adquisición es una pequeña computadora personal, tan atractiva para mi gusto que por momentos, cuando no hay nadie mirando, me urgen unas ansias irresistibles de susurrarle al micrófono palabras agradables. Debo admitir que en parte la compré para poder llevarla a alguno de los tantos cafés que pululan por mi barrio, y poder leer el diario mientras escribo una crónica y tomo un café con leche como si fuera un escritor extranjero en alguna ciudad del primer mundo. Lo cierto es que ya han pasado unos seis meses desde que la tengo y tan sólo una vez me deleité con ese programa.

Hacía rato que me tentaba un lugar en una esquina, verde clarito. Ese verde propio de un local de dieta saludable, sin aditivos ni conservantes. Entré dubitativo dejando en evidencia mi no habitualidad en este tipo de lugares y elegí una mesa contra la ventana así podía ver a la gente pasar por la vereda y quizás inspirarme con sus movimientos. Pedí un té que prometía canela y jazmín, encendí mi computadora, crucé las piernas y me adentré en el maravilloso mundo del relato.

Comencé a escribir el primer párrafo de una historia que me había sucedido hacía algunos días atrás.

Estaba en una plaza observando a un payaso en el momento más difícil de su carrera, cuando una pequeñita se acercó, sin saberlo, a devolverle su profesión.

La idea del párrafo comenzaba a cerrar cuando me trajeron el té exótico que había pedido. Más exótico aún era el modo en el que debía servirse: una vez que las hebras estuvieran dentro de la tetera tenía que dar vuelta un reloj de arena (adosado al kit tetero) dos veces, cumpliendo un total de cuatro minutos necesarios para que el té pudiera tomarse en óptimas condiciones.

Aproveché la graciosa interrupción del ritual del té para revisar mis correos electrónicos y perder unos minutos de vida frente a la red social más conocida del mundo. Como no había ninguna novedad trascendental, navegué la página de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba para finalmente clickear sobre una sección que no había visitado nunca antes: “Gente que quizá conozcas”.

A algunos efectivamente los conocía de algún lado: amigos de amigos de amigos que me había cruzado alguna vez, músicos que se adecuaban a mi perfil de gustos, etc. De repente una foto cautivó mi atención. Era una chica, un poco mayor que yo, con una imagen de perfil que parecía sacada de los 60´s pero con la frescura de hoy. Miraba a la cámara como sorprendida con la boca abierta y una vincha que sostenía su abultado cabello. No podía dejar de mirarla. Me olvidé de lo que estaba escribiendo y de voltear el reloj de arena. Me olvidé de que mi equipo había descendido y de que un candidato con poco vuelo había ganado las últimas elecciones del distrito.


Luego de unos segundos bastante eternos, levanté la mirada como cuando uno vuelve de un estado meditativo, preocupado por si mi organismo había salivado en mi ausencia. Miré a las mesas a mi alrededor. Mayoría de grupos de señoras bien charlando sobre los acontecimientos de la semana y los problemas de pareja. Volví la vista hacia la foto de ella para disfrutarla unos segundos más, como esa última pitada imprescindible del cigarrillo, y me despedí levantando ahora la mirada lentamente como si alguna fuerza superior se impusiera.

Y sí, era de suponer. En la mesa de enfrente, con una computadora parecida a la mía pero con la mirada puesta hacia la calle y con las manos sosteniéndose el rostro estaba ella sentada, sola y distraída. Sin cuestionarme tanto la providencia, di vuelta el reloj de arena y me prometí que cuando toda la arena hubiera caído, le mandaría un mensajito elocuente.

No podía no ser ella. Tenía la misma vincha, la misma expresión y un vestido pasado de moda pero tan bien llevado como en la foto. Mi corazón latía bastante deprisa recordándome que no le exigía mayores desafíos hacía ya algunos meses. Poca arena le quedaba al reloj. Comencé a mover los dedos sobre el teclado buscando inspiración y esperando el momento de la verdad. La arena se acabó. No tenía escapatoria.

-Se busca primera frase para introducirse a una desconocida sin parecer un loco suelto en la ciudad- atiné a escribir de un tirón.

Desde mi lugar detecté el momento en el que recibió el mensaje. Primero cara de incomprensión, luego leve sonrisa. No contestó.

-A mi también me inspira ver por la ventana. Da esa sensación de que el mundo es una pecera y uno está afuera, desentendido- insistí.

Levantó la vista de repente dándose cuenta de que el intruso estaba en la sala. Yo agaché la cabeza como un tonto dejando en claro mi amateurismo en el arte de la elegancia.

-Pica para todos los compas- apareció el mensaje en mi pantalla.


Me reí para mis adentros, seguramente algo de esa alegría se tradujo en mi expresión, agradecí a las redes sociales y en mi mente me imaginé haciendo un gigantesco gesto obsceno a todos aquellos que desde los balcones vociferan que con los avances tecnológicos hemos perdido el contacto cara a cara.

Tomando un sorbo de mi taza oriental, me hice la última promesa del día. Daría vuelta el reloj de arena y cuando el último granito hubiera caído, me acercaría a la mesa de ella y la invitaría a que probemos juntos una nueva variedad de infusión.

11 comentarios:

  1. Qué linda histora!
    Parece de película :)

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  2. Como un rayito de sol en éste día así de gris.

    Bello.

    Gracias.

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  3. Gracias ella. Por la infusión y el rayito de sol.

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  4. eso se llama...suerte de principiante!!! vas a tomar un te por primera ves y te pasa eso...y buenooo pedite otro pero con coñac.

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  5. ¡Bien!
    En nombre de todos los que nos enamoramos por la calle y los cafés sin animarnos a nada. Gracias Zuckerberg.

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  6. Un cuento dentro de un cuento! Ahora se viene la historia de cuando escribiste ésta?! jaja

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  7. chau que quemado
    ta bueno igual
    ta bueno eso de buscar el amor de la vida sabiendo que es todo medio un chiste
    aunque siempre con la angustia interior de esperar que sea verdad
    igual nada
    que te iba a decir
    estoy escribiendo con cuidado para que no se me corra el esmalte fucsia violáceo de las uñas de las manos
    las del pie las acabo de pintar de negro

    yo también flasheo la de escritora en el primer mundo que se sienta en cafés
    igual nunca pido infusiones
    mi classic es el cafe con crema y la crema aparte
    una vez un mozo me dijo: es cremera usted eh...
    fue divertido
    que vivis? palermo? bueno te mando un beso tu blog es muy perspicaz
    hoy mi mamá me dijo irónicamente que yo era perspicaz (por preguntarle a un tipo con mucha cara de perdido si sabía dónde había un havanna)
    queríamos tomar un café, en havanna tienen el café havanna que viene con leche condensada en la base
    y bueno entonces ahora es la tercera vez en el día que uso esa palabra
    y no sé bien qué significa
    me la confundo con audaz
    y suspicaz
    :$

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  8. eselente!
    lo único que no me gustó fue
    "hacía | algunos días | atrás"
    elegí una de las dos palabras, plis!

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  9. hola! me encanto esta historia! encontre tu blog buscando algun escrito qe me de idea para un corto que tengo qe presentar en la facultad. Si tenes alguna intereante y estas interesado en compartirla, quizas tu nombre puede aparecer en los creditos =) jeje
    te dejo mi mail: gisele.rq@gmail.com
    saludos!

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